Hay ciertos signos de alarma, que pueden requerir la consulta con un profesional:
- Problemas para dormir o mantener el sueño.
- Problemas con la alimentación -ya sea por comer en exceso o demasiado poco-, o nerviosismo en sus actividades cotidianas.
- Malhumor y agresividad constante que antes no estaba, incluso
agresiones a sus iguales. - Síntomas depresivos que se mantienen más de lo esperable:
problemas de sueño, regresión a etapas anteriores, apatía,
pérdida de interés por las cosas que antes le interesaban,
pérdida de interés social. - Bajada drástica de actividad: no le apetece participar en nada,
nada parece emocionarle. - Incapacidad para reintegrarse al ámbito académico: negativa a ir
al colegio o temor incapacitante para afrontar el día a día en
clase o a sus compañeros. - Problemas de concentración que antes no tenía y que se
prolongan, repercutiendo en sus actividades cotidianas. - Bajada drástica del rendimiento escolar o del interés por las
actividades académicas, que se mantiene en el tiempo y con
consecuencias indeseables para el niño. - Miedos prolongados e impropios de su edad.
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