La muerte de un ser querido es una situación, que afecta a todo el grupo familiar que sufre su pérdida y puede provocar estrés en el día a día y en la convivencia.
Las personas que conviven en la misma casa afrontan el proceso de pérdida individualmente y como grupo y esto puede llevarnos a episodios estresantes.
Hay circunstancias que pueden provocar momentos de estrés en el núcleo familiar tras la pérdida de un ser querido.
Por ejemplo, en el caso de enfermedad: La noticia del diagnóstico, o la lucha por querer recuperar la salud de la persona, o cuando esta recuperación ya no es posible, o acompañar nuestro ser querido en su deterioro físico y en su muerte…
En el caso de muerte repentina: al recibir la noticia, o intentar hacer algo para salvarlo.
En el caso de las muertes por enfermedades infectocontagiosas: la experiencia del ingreso y separación del ser querido, o la información confusa o falta de información en el tiempo de espera, o el no poder acompañarle en la enfermedad, o el dolor por no haber podido ver el cuerpo por última vez…
Todas estas situaciones tienen en común momentos de mucha tensión y dolor ante la pérdida del ser querido.
En la vivienda, cada miembro del grupo familiar va a manifestar su dolor de diferentes maneras. A veces, esas expresiones nos van a sorprender, desconcertar o asustar. En estas circunstancias, es tan necesario el contacto como la retirada o repliegue en uno mismo.
Es necesario comprender que cada miembro del grupo familiar puede expresar diferentes emociones: tristeza, enfado, miedo… Tras un enfado, es aconsejable no quedarse en una mera disculpa hacia el otro. Es más útil para todos, explicar el motivo que ha causado esa reacción. Es muy necesario, para todos, dejar fluir las emociones, explicar lo que ha originado esa reacción, como una válvula que permite procesar las emociones que genera esta pérdida.
Cada uno tendrá diferentes necesidades, utilizará herramientas y recursos diferentes que le ayudará a enfrentarse a las emociones que le produce la pérdida.
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